viernes, 13 de junio de 2014

Yo decido amar… con inteligencia



Conversando con una amiga sobre su actual situación de noviazgo, me quedé pensando y decidí terminar este escrito (que había empezado hace como dos semanas atrás). En un momento dado, ella me dijo: “¿sabés qué es lo peor? Que mi cabeza acepta y sabe que todo lo que me decís es así, pero mi corazón, no”, en ese preciso momento mi cerebro recordó mis múltiples equivocaciones amorosas, entonces le dije lo que yo había concluido que era el gran error: Dejemos de ver al amor como algo netamente de las emociones.

El amor debería pensar. El amor debería analizar. El amor debería razonar, pero… ¿se puede? Si, se puede. El amor debe ser inteligente.

Primeramente debemos saber qué es la inteligencia. Según la RAE, la Inteligencia es la capacidad de entender o comprender. En el sentido emocional, define como la capacidad de percibir y controlar los propios sentimientos y saber interpretar los de los demás. 

Al enamoramiento (lo que nos lleva a la idealización de la otra persona, o de la relación que nos imaginamos) hay que añadir tiempo (el necesario para conocerse), a esto hay que añadir amistad (disfrutar siendo amigos), a esto se debería añadir consejo (de las personas cercanas y que amamos, por ejemplo nuestros padres, hermanos o amigos), a esto se debe agregar análisis (inteligencia es capacidad de análisis) y a todo esto añadir sentido común (¿qué dice la razón?) 

Muchas veces una persona se maravilla o enamora de un cuerpo, pero tengamos en cuenta que luego se convive con un carácter. 

Se dice que el amor es ciego, pero yo no creo eso, el capricho es ciego, y podría decir que el capricho es la  imposición de mi deseo sobre la razón. El amor no es ciego, el amor piensa, es inteligente, razona. El amor se hace preguntas, como por ejemplo: ¿Logramos ser amigos de verdad?, su proyecto de vida y el mío, ¿concuerdan o son opuestos? Los principios y valores, ¿coinciden?

Dentro de la búsqueda de la inteligencia en el amor, una de las trampas que existe es: cuando nos casemos o vivamos juntos, voy a cambiar. Nadie cambia porque se casa, vamos a seguir siendo los mismos. La convivencia lo que hace es acentuar lo que nosotros somos. Por eso es importante conocer a la otra persona.

Desde hace un buen tiempo, y luego de varias heridas, dejé de ver al amor como algo totalmente emocional. Yo decidí y decido pensar, decidí y decido analizar, decidí y decido razonar; entonces ahora yo decido amar… con inteligencia.