lunes, 29 de julio de 2013

Asombrada como una niña





Lugar: Areguá
Involucrados: 2 amigos (nena - nene) y yo.
Situación: Sentados en el pasto, encima de una “pañoleta”, luego de disfrutar el postre, frutillas con crema.

Como 3 personas normales (al menos lo intentamos), estábamos hablando de cosas serias, luego de un comentario, emito lo siguiente: “esa actitud me parece muy infantil, ya estoy grande para ese tipo de niñerías”. En ese preciso momento, a mi costado veo que inflan un globo de helio, me quedo sin terminar la frase, mis ojos se agrandan y brillan al punto de que mi amiga se sorprende y se levanta a comprarme un globo fucsia (el de la foto, sí). La felicidad que sentí en ese momento no sé cómo explicar, pero no podía dejar de sonreír, su regalo “me hizo el día”. Era un globo, un gran globo, brillante, con motas, pero era UN GLOBO que por alguna razón me hacía muy feliz.

Al llegar a casa, sentada, mirando fijamente el globo, me quedé pensando mucho tiempo en el motivo por el cual mi sonrisa y felicidad eran tan grandes, siendo que era una situación “sin sentido”, y me di cuenta de que aquello que pensaba que se había esfumado de mi vida, estaba más presente que nunca… la capacidad de asombro.

La capacidad de asombro que tienen los niños es increíble, y no quiero que la llamada “madurez” me quite eso tan hermoso, el sentir alegría con lo que a veces parece ser muy “normal” o “sencillo” como un abrazo, admirar el cielo, salir con amigos o simplemente ver un globo.
Los niños tienen la mente abierta, no contaminada y para ellos todo es nuevo. Quiero seguir disfrutando de las cosas más simples de la vida, quiero seguir creyendo que cada día es especial, una nueva oportunidad, un día lleno de vida, de cosas por descubrir.
A veces pensamos que como adultos somos los únicos que podemos enseñarles algo, pero los niños no solo son divertidos, tiernos, alegres; además de eso son importantes, porque ellos nos enseñan con sus pequeñas vidas.
Hoy quiero dar gracias a esas personitas tan importantes que día a día me enseñan a ser mejor persona, me hacen crecer. Son los mejores maestros que tengo, maestros que sonríen a la vida, y que aman sin medida.

Vivamos con la ilusión de un niño, amemos con sinceridad como un niño, sonriámosle a la vida.
Por algo Jesús dijo que para entrar en el reino hay que ser como niños. Aprendamos de ellos y no menospreciemos sus enseñanzas.