Lugar: Areguá
Involucrados: 2 amigos (nena - nene) y yo.
Situación: Sentados en el pasto, encima de una “pañoleta”, luego
de disfrutar el postre, frutillas con crema.
Como 3 personas normales (al menos lo intentamos), estábamos hablando de cosas serias,
luego de un comentario, emito lo siguiente: “esa actitud me parece muy
infantil, ya estoy grande para ese tipo de niñerías”. En ese preciso momento, a
mi costado veo que inflan un globo de helio, me quedo sin terminar la frase, mis
ojos se agrandan y brillan al punto de que mi amiga se sorprende y se levanta a
comprarme un globo fucsia (el de la foto, sí). La felicidad que sentí en ese
momento no sé cómo explicar, pero no podía dejar de sonreír, su regalo “me
hizo el día”. Era un globo, un gran globo, brillante, con motas, pero era UN
GLOBO que por alguna razón me hacía muy feliz.
Al llegar a casa, sentada, mirando fijamente el globo, me quedé
pensando mucho tiempo en el motivo por el cual mi sonrisa y felicidad eran tan
grandes, siendo que era una situación “sin sentido”, y me di cuenta de que aquello
que pensaba que se había esfumado de mi vida, estaba más presente que nunca… la
capacidad de asombro.
La capacidad de asombro que tienen los niños es increíble, y no
quiero que la llamada “madurez” me quite eso tan hermoso, el sentir alegría con
lo que a veces parece ser muy “normal” o “sencillo” como un abrazo, admirar el
cielo, salir con amigos o simplemente ver un globo.
Los niños tienen la mente abierta, no contaminada y para ellos
todo es nuevo. Quiero seguir disfrutando de las cosas más simples de la vida,
quiero seguir creyendo que cada día es especial, una nueva oportunidad, un día
lleno de vida, de cosas por descubrir.
A veces pensamos que como adultos somos los únicos que podemos enseñarles
algo, pero los niños no solo son divertidos, tiernos, alegres; además de eso
son importantes, porque ellos nos enseñan con sus pequeñas vidas.
Hoy quiero
dar gracias a esas personitas tan importantes que día a día me enseñan a ser
mejor persona, me hacen crecer. Son los mejores maestros que tengo, maestros
que sonríen a la vida, y que aman sin medida.
Vivamos con
la ilusión de un niño, amemos con sinceridad como un niño, sonriámosle a la
vida.
Por algo
Jesús dijo que para entrar en el reino hay que ser como niños. Aprendamos de
ellos y no menospreciemos sus enseñanzas.